SABIDURÍA PARA EL CORAZÓN.
Todos hemos conocido alguna vez a hombres y mujeres increíbles, con más de sesenta y hasta ochenta y cinco años, que nos han deleitado por alguna característica. A veces, por su sentido del humor, mi padre es uno de ellos ya próximo a cumplir los noventa años, otras su capacidad de contar ricas historias de su vida, su conocimiento de la Naturaleza , etc. En tales hombres y mujeres, sus historias no provienen desde el pasado ya lejano de su juventud, sino que son parte de sus vidas activas, presentes. Al tener la suerte de estar entre estas personas, uno se siente enriquecido, tonificado e inspirado. Así me ha sucedido a veces, y han acabado convirtiéndose en mis modelos de conducta y mis profesores.
Todo ser humano necesita modelos de conducta y referentes cuando evoluciona por las distintas etapas de su vida. ¿Qué mejor solución que dirigirse a alguien que ya ha experimentado lo que nos va a pasar? Mujeres mayores motivan de esta forma, especialmente, a otras más jóvenes y algo similar podría decirse, salvando algunas diferencias y en distintas connotaciones, de hombres mayores sirviendo de ejemplo a otros más jóvenes.
Desgraciadamente, la veneración a los mayores, cuya sabiduría nació y se cosechó con su experiencia, su trabajo en el mundo, algo muy común y característico en todo el globo de las culturas tradicionales y espirituales que han sustentado a los seres humanos desde hace mucho tiempo, es algo que hoy en día está en franco declive, si es que no se ha perdido ya del todo, junto a la extinción de dichas culturas y tradiciones y el exterminio de su patrimonio espiritual por la así llamada civilización moderna y su característica forma de vida social.
En cualquier caso, si se ha conseguido llegar a los sesenta y cinco años con buena salud, los gerontólogos afirman que existe una buena oportunidad de vivir otros quince o veinte años, puede incluso que algunos más. Los desafíos de esta etapa -y la manera en que uno decide afrontarlos- determinarán la riqueza de los años adicionales. Físicamente, estos años llevan consigo la amenaza de la osteoporosis junto a una menor movilidad en las articulaciones, síntomas molestos propios de la menopausia, en el caso de mujeres, como sequedad y atrofia vaginales, incontinencia urinaria, patologías cardíacas, más propias, en este caso de los hombres, aunque lamentablemente aumentan de manera dramática afectando igualmente a la población femenina, a la vez que problemas de colesterol e hipertensión y otra variedad de enfermedades. Mentalmente, se teme perder la memoria y deslizarse en la demencia. Curiosamente, las cosas que verdaderamente ayudan a impedir (o sobrellevar) los síntomas físicos pueden también producir una posibilidad de deterioro. El cuerpo y la mente necesitan estimulación para seguir fuertes y alertas. Si uno sigue activo en su comunidad y/o grupo social, toma a diario una clase de Yoga, lee, escribe, mantiene el contacto con sus amistades, etc, – todas estas actividades aportan una sensación de bienestar, utilidad, y gozo que aumentan su capacidad para seguir creciendo y envejeciendo en paz.
Las práctica regular de posturas de Yoga, junto a la sugerencia de estilos de vida que el Yoga propone y algunos cambios positivos de hábitos de vida, pueden contrarrestar lo peor de estos problemas y las molestias más comunes propias de los años de esta etapa de la vida.
Después de unos meses de una práctica adecuada del Yoga, ajustada a tales necesidades, uno puede sorprenderse a sí mismo al descubrir que puede hacer cosas que jamás habría creído posibles. Físicamente, el Yoga es un amigo, un compañero ideal en esta etapa de la vida. No importa qué forma adquieran el cuerpo o la mente, siempre se puede hacer algo de Yoga. Algunos días, puede sentirse necesario realizar la práctica con vigor; otros días, el cuerpo necesita una práctica suave y reconstituyente, y otras veces, aun, se tiene solo la energía para hacer ejercicios de respiración profunda y meditación, ayudando a centrarse y a disminuir el miedo y la soledad. No importa el tipo o modo de Yoga que se elija para cualquier día en particular. En cualquier caso, el cuerpo y la mente cosechan profundos beneficios.
Mental y emocionalmente, el Yoga aporta estabilidad y calma, reforzando el sistema inmunológico y pacificando el sistema nervioso. Muchos mayores, aún con setenta y siete años que llevan unos años de práctica, afirman que el regalo más importante que han recibido del Yoga es la conciencia de las capacidades de sus cuerpos. Aprender a ponerse correctamente de pie, mantener el equilibrio y estirarse en las diversas ásanas, les hace sentirse más fuertes. Ya no temen caerse. Confían en su equilibrio y eso les da un sentimiento de independencia y libertad que creían perdido.
A un nivel más profundo, el Yoga enseña a mayores y adultos, al igual que al resto, la sabiduría inherente al cuerpo con el que nos movemos, mediante y al margen de cada ásana o postura. Y facilita el tiempo de calma y el lugar adecuados para conocerse otra vez, esta vez desde el lado intuitivo de la mente y de las enseñanzas del corazón, de modo que podamos compartir estos dones con el resto del mundo.
En el caso específico de las mujeres, muchas recuperan una sinceridad y franqueza propias de épocas anteriores a la pubertad y que ésta había sofocado en una voz que nos habla con un candor refrescante (y a veces alarmante), enriquecida ahora con las relaciones y experiencias de toda una vida. Estas sabias mujeres comparten claramente lo que se ha dado en llamar el entusiamo de la postmenopausia: una imagen mucho más evocadora y de acuerdo a la realidad que la de una vieja bruja yerma cuya juventud y utilidad forman parte del pasado.
Los años de estas mujeres sabias tienen, pues, mucho más que ver con la infancia. Como ya no padecen el carácter imprevisible de las hormonas durante la menopausia, pueden encontrar que su energía y ánimo vuelven a los altos niveles anteriores a su pubertad. Muchas mujeres en esta etapa incluso llegan a concentrarse en una fuerte práctica de Yoga, particularmente si se da el caso de que han sido físicamente activas a lo largo de sus vidas.
Para todas ellas, ayudarse unas a otras es algo natural y se convierte en primordial en esta etapa de sus vidas. Muchas mujeres sobreviven a sus maridos durante una década o más y temen envejecer solas. Ayudarse unas a otras, aprender unas de otras, pasar tiempo juntas y compartir información –así como las alegrías y las penas- es esencial para su salud física, mental y espiritual así como los mayores regalos que se pueden hacer a sí mismas y a los demás.
En general, la práctica del Yoga, orientada especialmente a mayores y adultos, se realiza con lentitud y suavidad, incorporando variaciones sencillas de ásanas clásicas y modificando a veces éstas con ayudas o útiles de uso cotidiano (mantas, sillas, almohadas, etc) para facilitar su logro y adecuarla a la propia capacidad. Nunca debe ésta sobrepasarse y esforzarse uno más allá de las propias limitaciones de su cuerpo, usándose siempre el aliento como indicador de una práctica correcta y de cuándo pasa a convertirse en extenuante.
Sin embargo, el Yoga nunca debe confundirse, sustituir o usarse como paliativo de una medicación, en el caso de alguien que la necesite, sino apoyar aquélla y su práctica debe ser siempre puesta en conocimiento por parte del médico, si alguien padece de alguna enfermedad, para que la evalúe y se asegure de que es segura y eficaz para uno mismo, especialmente si se trata de un principiante en Yoga.
En todo caso, sus movimientos suaves y lentos son ideales para todos en esta etapa de la vida, y ayudan a que tanto la mente como el cuerpo se mantengan jóvenes y activos, aumentando el aporte de oxígeno al cerebro e induciendo estados profundos de relajación. Muchos de estos movimientos se pueden practicar simplemente sentados en una silla, y a veces en la propia cama.
La serenidad mental que acompaña y genera el Yoga, y la vitalidad y la flexibilidad físicas que crea son fundamentales para ayudar a permitir que florezca la sabiduría del corazón, tan propia en los últimos años de la vida que pueden convertirse así verdaderamente en una época de oro, con la comprensión de que este cuerpo no es más que un vehículo para el alma, y que el verdadero Sí Mismo es inmortal.
Miguel Angel García Díaz
Profesor de Yoga